Africa nunca defrauda. A pesar de la dureza del viaje, del calor agobiante del Saloum y de la atmósfera irrespirable de Dakar, hemos disfrutado, una vez más, de sus paisajes inolvidables, de las danzas a ritmo de djembé y sabar, del mafe y del thiabuyen y, sobre todo, de los nuevos amigos que quedan para siempre en el recuerdo. Gracias a todos los que nos han abierto sus puertas y, en especial a Dou Dou, Abu Saar y Mammadou.
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